Que tire la primera piedra quien esté libre de alguna deuda. Todos, por infortunio, las tenemos. La crisis, el desempleo, imprevistos de salud, familiar o personal, son básicamente el origen de endeudarnos con bancos, prestamistas, financieras y agiotistas.
Deudas que comenzaron con poco, pero la morosidad hizo que se quintuplicaran. Es entonces que surge el sobreendeudamiento, donde los ingresos quedan muy por debajo de cubrir necesidades básicas y acreedores.
De entrada, lo primero es que reconozcas que no puedes seguir con el mismo esquema. Luego, no pidas otra deuda para pagar otra; tapas un hoyo y abres un socavón, un círculo vicioso que seguro heredarás a tus hijos.
Lo ideal es negociar esas deudas con tus mismos acreedores (no con despachos de cobranza).
Por ejemplo, hoy muchas instituciones bancarias, al ver el crecimiento en morosidad, negocian la deuda y hacen una “quita” o descuento. Es decir, tú mismo crea convenios con quienes debes, que las reparadoras de crédito sean la última opción, acercate a ellas cuando el pago sea insostenible.
Tienes dos opciones: finiquitar tu deuda (ideal) o reestructurarla. El primer indicio de que necesitas una reestructura de deuda es cuando comienzas a pagar los mínimos. En el mercado afín, hay bastantes empresas que negocian tu deuda, que según reparan tu crédito con quienes debes, pero ten mucha cautela a la hora de contratar alguna, pues hay muchos fraudes que sólo te enganchan con prácticas indebidas.
Investiga, escucha testimonios, compara y analiza la que tenga el porcentaje más alto de reducción de deuda y que cobre el porcentaje más bajo en honorarios por liquidación.
Y, ojo, antes de firmar cualquier contrato, léelo a detalle, no te olvides de las letras chiquitas. Derechos, obligaciones de ambas partes, qué te cobrarán y cómo.
Hay bastantes “reparadoras” que son empáticas que, amén de negociar tu deuda con tus acreedores, en el proceso te brindan asesoría legal y financiera; con base en tus ingresos, gastos y deudas, determinan cuánto puedes destinar al pago de tus créditos.
Sin duda, los mexicanos tenemos escasa cultura financiera, de ahí que la mayoría nos sobreendeudamos hasta la siguiente vida. El sentido común para no llegar a este ahogo, es no gastar más de lo que ganas. Además, cuando adquieras un crédito, hazlo sólo si es necesario, con un plan detallado de pagos; también fíjate que el que elijas contemple imprevistos como falta de trabajo o enfermedad.
En suma, adquiere hábitos saludables para no endeudarte, ahorra, planifica un presupuesto, sé responsable y disciplinado.